miércoles, 19 de noviembre de 2014

Dejándose Llevar

Planeaba hacer una primera entrada algo diferente... más bien hablando acerca del estado en que están las cosas en mi vida en este momento, contando lo que me ha traído aquí y por lo que escribo este blog. Sin embargo la vida se me adelantó, como casi siempre, y ahora tengo un asunto sumamente importante para mí sobre el cual quiero escribir.
Ya lo he dicho, pero aún no se ha actualizado, este blog no se trata sobre ballet, ni sobre deportes, sino se trata del amor que siento por mi cuerpo y de mi travesía por realmente disfrutar la vida. Aunque en este caso, lo que nos lleva a esta entrada es el ballet.
Este fin de semana tuve un horrible brote de alergia alimentaria  (aún no sé qué es) con muchos granitos y comezón, y aunque ya estaba pasando, el lunes casi no dormí por el ardor y la picazón. Así, estuve todo el día siguiente como un zombi, sin ganas de hacer nada que no fuera dormir, pero logré juntar ánimos para ir a mi clase de ballet en la tarde. Aunque realmente me preocupaba no poder hacer nada medianamente bien por el sueño, decidí no pensar en eso y enfrentar mi clase con ánimos, como todos los días.
No funcionó mucho, no tengo idea de cómo hice el primer ejercicio, solo recuerdo una sensación de confusión por no poder recordar los movimientos y al mismo tiempo estar sinceramente sorprendida de no caer dormida en la barra. Comenzando el siguiente ejercicio honestamente sentí que no resistiría más, sólo quería acurrucarme y dormir. Pero conforme avanzaba la música fui ignorando la somnolencia y concentrandome en los compases al mismo tiempo que relajandome en mi cuerpo y así encontré una sensación de claridad que me pareció muy extraña en ese momento. De repente mi cuerpo y su movimiento aparecían definidos frente a mi y lentamente fui entrando en un estado de conciencia mucho más profundo que cualquiera que hubiera experimentado antes, aunque aún intangible y lejano para mí. Todo se sentía extremadamente real, como si nada hubiera sido real antes.
Y entonces sucedió lo más maravilloso. Después de casi tres años de tomar clases de ballet y de amarlo en mi cuerpo no podía disfrutar la música, no me gustaba, había algo que no me permitía sentirme bien con ella. Pero en el primer grand rond de jambe me descubrí no sólo disfrutando la música, sino sintiéndola, sintiendo el ritmo, los tiempos, los tonos, y empecé a sentir cómo mi movimiento fluía con la música y cómo mi cuerpo expresaba cosas que apenas me podía imaginar que existían.

Fue una clase maravillosa, en la que descubrí muchas cosas sobre mí misma, y finalmente siento que entiendo todo el arte que tiene el ballet. Sigo fascinada, viendo videos y clips de mis ballets favoritos, y en cada uno siento que puedo ver bajo la superficie y descubrir montones de cosas que estaban ahí esperando a ser apreciadas. Tampoco puedo dejar de escuchar la música que mi maestra siempre ha querido que aprendamos a apreciar, y no solo aprecio la música, la disfruto y permito que me traiga sensaciones y sentimientos nuevos para experimentar.
Lo que más deseo ahora es no perder lo que he encontrado, y poder sentirme así en momentos en los que no necesariamente esté tan relajada o sin ninguna preocupación. Y no solo eso, realmente me emociona poder llevar esto a mi práctica diaria de ballet y bailar los pasos y sentirlos como si fueran míos y poder expresar todo lo que este maravilloso arte significa.

1 comentario:

  1. Es maravilloso como te pudiste conectar con la música y el baile, te felicito por haber logrado un estado de elevación, por así decirlo, que no cualquiera puede experimentar, Sigue así, a veces uno se debe aguantar todas las dolencias por amor a lo que se hace. Saludos

    ResponderEliminar